A veces nos preguntan, “el crecimiento poblacional está impulsando el cambio climático, ¿cierto?” Pero esa no es la pregunta indicada, y nos puede llevar a respuestas que pueden ser peligrosas.
La idea de que el calentamiento global se debe principalmente al crecimiento poblacional se escucha con frecuencia y tiene una larga historia. Sin embargo, esto es incorrecto.
Estos son los hechos: el cambio climático es causado por las emisiones que atrapan el calor y que se producen al quemar carbón, petróleo y gas natural, tanto como cuando talamos bosques. Los datos muestran que estas emisiones provienen de sistemas de producción que emiten grandes cantidades de carbono además de patrones de consumo y estilos de vida de las personas relativamente más ricas, tanto acá en Estados Unidos como alrededor del mundo.
Las empresas de combustibles fósiles, los servicios públicos y sus asociaciones comerciales también tienen una responsabilidad importante: han utilizado su poder, dinero y tácticas engañosas para consolidar infraestructura que produce más emisiones de carbono y para limitar las decisiones que puedan tomar los individuos sobre su suministro de energía.
El enfoque errado en el crecimiento poblacional como impulsor clave del cambio climático equipara un aumento en las emisiones con un aumento en la cantidad de habitantes, en vez de con la verdadera fuente de esas emisiones: un aumento en el número de carros, centrales eléctricas, aviones, industrias, edificios y otros elementos de nuestra economía y estilo de vida que dependen de los combustibles fósiles.
Algo implícito en este marco erróneo es la idea de que la población contribuye de manera pareja a la producción de emisiones que atrapan el calor. En realidad, los datos muestran que el 10 por ciento de la población global que incluye las personas más ricas del mundo es responsable del 50 por ciento de las emisiones de calentamiento global cada año. Y una realidad supremamente injusta es que los impactos del cambio climático caen de manera desproporcionada sobre las mismas poblaciones que menos contribuyen al problema.
Este marco tan erróneo también le resta importancia a las soluciones reales y eficaces que necesitamos tan urgentemente, como por ejemplo, la transición a generación energética baja en carbono, aumentar la eficiencia energética y mejorar la salud de los bosques y los suelos que nutren la vida y ayudan a almacenar el carbono.
La correlación entre el aumento en las emisiones que atrapan el calor alrededor del mundo y la población global también ha sido malinterpretada y usada indebidamente para adelantar ideas discriminatorias, racistas y xenofóbicas acerca del control poblacional y en contra de la inmigración. Esto ha sido especialmente dañino para las personas negras y de razas y etnias marginadas y sus comunidades y para las personas de bajos ingresos. Específicamente, es un ataque contra los derechos reproductivos y de las mujeres. “El control poblacional” ha sido utilizado hasta por terroristas y defensores de la supremacía blanca para promover actos violentos, como ocurrió con los ataques terroristas en El Paso, TX y Christchurch, Nueva Zelandia en 2019.
Los 50 años de historia de la Unión de Científicos Conscientes (UCS por sus siglas en inglés) incluye un breve período durante la década de los 90 en el que trabajamos los temas de población y medio ambiente. Durante ese período producimos trabajo que hoy día reconocemos que es profundamente problemático y racista. En particular el famoso World Scientists’ Warning to Humanity (Advertencia de los científicos mundiales a la humanidad) del 1992 que incluye referencias a las presiones del “crecimiento poblacional desenfrenado” así como lenguaje que apunta concretamente a los países en vías de desarrollo (“los países en vías de desarrollo deben entender que el daño ambiental representa una de las amenazas más graves que enfrentan y que los esfuerzos tomados para amortiguarlas estarán completamente desbordados si no toman medidas para controlar sus poblaciones”). De frente al futuro, estamos construyendo sobre lo mejor de nuestro legado con transparencia y aceptamos la responsabilidad por los aspectos de nuestro trabajo previo que no son acertados y son, en algunos casos, dañinos.
¿Cuáles países son más responsables por el cambio climático?
Las emisiones acumulativas de dióxido de carbono son el factor causal dominante del cambio climático. Las mismas comenzaron a subir durante la Revolución Industrial (más que todo después del 1850), lo cual significa que los países más ricos (como Estados Unidos, que realizó una transición temprana a un sistema de economía mayoritariamente basada en los combustibles fósiles) tienen una responsabilidad muy grande por los impactos climáticos que se ven en el mundo hoy en día.
Tanto en cuanto a emisiones acumuladas como a emisiones por habitante, los países más ricos figuran entre los que más producen emisiones. En cambio, los países de ingresos bajos y medianos tienen niveles más bajos tanto de emisiones acumulativas como de emisiones por habitante. Incluso cuando uno revisa los niveles de emisiones de carbono dentro de un país, siempre son los habitantes que son relativamente ricos los que más producen.
El enfoque en lo poblacional es dañino
Los esfuerzos para vincular el crecimiento poblacional con la degradación ambiental—y en años recientes—el crecimiento poblacional con el cambio climático, asumen erróneamente que existe una relación sencilla y directa entre el número de seres humanos y los impactos como la desforestación, la pérdida de especies y las emisiones de gases de efecto invernadero. Se le echa la culpa a las personas que viven cerca de zonas en degradación ambiental, incluso cuando los impulsores principales de estos problemas son el consumo y las decisiones de producción tomadas desde lejos, como la de talar los bosques por su madera, criar ganado o sembrar cultivos comerciales para la exportación.
Dentro de este marco erróneo, los esfuerzos para reducir las tazas de fertilidad y limitar el consumo de los recursos se vuelven las “soluciones” primordiales, aunque a menudo son dirigidas a las personas que ya tienen patrones de consumo muy bajos que apenas rebasan el nivel de subsistencia. Y estas “soluciones” no abordan los impulsores principales.
Las teorías de sobrepoblación han sido presentadas como leyes supuestamente “naturales” para explicar la escasez de recursos y justificar el control poblacional, cuando la escasez a menudo es, en realidad, el resultado de un sistema centrado casi exclusivamente en las ganancias y no en las necesidades de la sociedad. Un sistema económico y gubernamental centrado en crear amplios beneficios sociales en vez de enfatizar las ganancias corporativas y un marco extractivista ayudaría mucho a abordar las causas primordiales de la escasez.
También se usan los argumentos basados en la sobrepoblación para promover medidas coactivas de control poblacional y abusos de derechos humanos, como la esterilización forzada y los límites al tamaño de los hogares, que principalmente afectan a comunidades negras, indígenas y de otras razas y etnias marginadas y a personas de bajos ingresos. Además, los impulsores de medidas antinmigrantes en los Estados Unidos, Europa y otros lugares siguen utilizando la amenaza de patrones futuros de consumo y de degradación ambiental para implementar limitaciones más estrictas sobre la inmigración legal y el flujo de refugiados desde el Sur Global, incluso mientras algunos países desarrollados ofrecen subsidios para aumentar sus poblaciones mediante el aumento en la natalidad.
El enfoque debe estar en soluciones climáticas veraces
El control poblacional no es la solución al cambio climático; solamente perpetúa marcos racistas dañinos sin abordar los impulsores principales del problema, y a la misma vez fortalece perspectivas erróneas que no ayudan a mejorar la situación.
En cambio, hay que abordar el cambio climático de manera justa y equitativa, mediante la reducción de las emisiones que atrapan el calor, inversiones en resiliencia climática y en colaboración con las naciones del mundo para cumplir con la promesa del Acuerdo de París en el contexto de un desarrollo sostenible y los esfuerzos para erradicar la pobreza, como se pide en el acuerdo.
En los Estados Unidos hay que convertir nuestro sistema energético en uno más verde y reducir las emisiones del sector de transporte. Hay que aumentar la eficiencia energética y el uso de energía renovable en los sectores industriales y de construcción. Hay que recortar la producción de emisiones en los sectores alimentario y agropecuario, tanto como mejorar la salud y la capacidad de almacenamiento de carbono de suelos y bosques. Hay que lograr reducciones amplias de emisiones para limitar el calentamiento global, pero también necesitamos tecnologías y prácticas para remover dióxido de carbono de la atmósfera.
También hay que adoptar medidas que borren la huella climática de nuestros estilos de vida y dietas en general, particularmente para esos segmentos de la población que tienen una huella más grande. Avanzar hacia patrones de dieta y sistemas alimentarios más sostenibles puede ayudar a reducir las emisiones que atrapan el calor a la vez que mejora la salud y reduce la contaminación. Cambiar cómo se desarrollan y redesarrollan nuestros pueblos y nuestras ciudades (lo cual incluye decisiones sobre el uso de la tierra y las inversiones en el transporte y la transitabilidad) puede ayudarnos a recortar las emisiones y a la vez, contribuir a la construcción de comunidades más sanas.
Las soluciones que implementemos para abordar el cambio climático tienen que ser inclusivas y justas y rechazar marcos que promuevan ideologías racistas o que defienden la supremacía blanca de manera implícita o explícita. El mundo depende de eso.