Un esquema transformador para la acción climática

Centremos a los seres humanos en la transición de nuestro país a la energía limpia

Publicado 22 de julio del 2021

Descargas Leer en línea
energía eólica en Maine

El cambio climático. Las injusticias ambientales. Las desigualdades raciales y socioeconómicas. Estados Unidos ha postergado hacer frente a este triángulo de crisis durante demasiado tiempo. Nuestro sistema de energía, que depende mayormente de los combustibles fósiles, ha contribuido a cada uno de estos problemas. Por eso es imprescindible que Estados Unidos ponga el bienestar de la gente en primer plano a medida que descarbonice su economía y haga un cambio a las energías limpias.

UCS y un comité asesor de expertos publicaron un informe que confirma que EE. UU. puede, y debe, cumplir sus objetivos climáticos reduciendo drásticamente los combustibles fósiles en toda la economía mediante el aumento de soluciones de energía limpia como la energía renovable, la eficiencia energética y la electrificación generalizada.

Para lograr esa transición a la energía limpia, dice el informe, es crítico que enfrentemos las desigualdades raciales y económicas inherentes a nuestro sistema energético actual. Entre las principales inequidades está la contaminación por combustibles fósiles que daña de manera desproporcionada a las comunidades marginadas, muchas de las cuales también han tenido acceso limitado a los beneficios de la energía limpia y han sido excluidas de la toma de decisiones. Los trabajadores que dependen de los combustibles fósiles y las comunidades que se ven afectadas por el decrecimiento de ese sector, y por la transición hacia la energía limpia, también deben recibir un trato justo y apoyo firme.

Regresar al resumen

Un esquema transformador para la acción climática

Esta es una versión resumida del informe que está disponible únicamente en línea. Puede acceder a todas las figuras y el informe completo al descargar la PDF

La crisis climática ya se está manifestando de manera devastadora y costosa en todo el mundo, afectando desproporcionadamente a las comunidades étnicas y raciales marginadas y de bajos recursos. Trabajando juntos, los países tienen que mitigar los peores impactos climáticos que vendrán, reduciendo a la mitad las emisiones globales de carbono para 2050 (IPCC 2018; IEA 2021). Estados Unidos tiene que aportar a estos esfuerzos la parte que le corresponde.

Reducir el consumo de combustibles fósiles (una de las principales soluciones climáticas) también brindará beneficios a la salud pública. Producir, transportar y quemar estos combustibles sucios genera cantidades enormes de contaminación del aire, del agua y del suelo, lo que contribuye al desarrollo de enfermedades cardiovasculares y pulmonares, asma y cáncer. Desde las comunidades de minería de carbón en Appalachia hasta las comunidades vecinas de las zonas industriales que utilizan combustibles fósiles, vertederos de ceniza de carbón y corredores dedicados al transporte de mercancías (comunidades que suelen ser desproporcionadamente de etnias y razas marginadas y de bajos recursos), la gente sufre los costos mortales y destructivos de los combustibles fósiles por los que el mercado no se ha responsabilizado ni se ve reflejado en los precios.

Alcanzar nuestras metas climáticas se trata de mucho más que de reducir las emisiones de carbono. Si miramos más allá del carbono hacia todas las maneras en que nuestra economía basada en los combustibles fósiles afecta a las personas, podemos descubrir nuevas oportunidades para el progreso. Hacer la transición de una economía dependiente de los combustibles fósiles para una impulsada por la energía limpia es una oportunidad emocionante para avanzar en múltiples e importantes prioridades importantes: el empleo, la salud y la justicia. Adaptar las políticas públicas y las inversiones a estas prioridades puede ayudar a asegurar que los cambios necesarios ocurran rápidamente y los beneficios se acumulen de manera equitativa para los trabajadores y todas las comunidades.

Al mismo tiempo, las circunstancias históricas y actuales muestran que la raza, las clases sociales, los ingresos, el poder político y hasta las tradiciones están profundamente entretejidas con nuestro sistema energético basado en combustibles fósiles. Para desenredar un desafío hay que desenredar los demás. Una transición tecnológica llevada de la mano con una transformación social representa el camino más seguro para alcanzar nuestras metas climáticas de manera justa y equitativa.

El presente informe, fruto de un esfuerzo colaborativo entre la Unión de Científicos Conscientes (UCS por sus siglas en inglés) y un comité asesor de expertos, es motivado por una visión positiva por enfrentar las complejas crisis del cambio climático, el racismo estructural y una creciente desigualdad de ingresos que enfrenta el país (Caja 1). Partimos de los principios rectores fundamentales arraigados en la ciencia y la justicia. Luego utilizamos un ejercicio de modelado de datos para explorar la magnitud y ritmo del cambio tecnológico necesario para reducir las emisiones de carbono del sistema energético, y simultáneamente usamos esos hallazgos analíticos para elevar las amplias implicaciones económicas y sociales que son imprescindibles para promover las soluciones multidimensionales que el marco de modelo no logra captar. Por último, acoplamos los principios con las modalidades para destacar las intervenciones políticas que pueden dar importantes beneficios a la salud pública y a la economía de las comunidades en todo el país.

Instamos a los servidores públicos y las partes interesadas a todo nivel de nuestra sociedad y en cada rincón de nuestro país a aprovechar este momento y a tomar pasos determinados para hacer realidad esta visión y encaminar a Estados Unidos en una ruta más saludable, sostenible y próspera. Si se diseñan de manera intencional, las políticas y las inversiones que reducen las emisiones que causan el calentamiento global drásticamente también podrán avanzar la causa de justicia ambiental, apoyar una transición justa para las personas que trabajan en el sector de combustibles fósiles y sus comunidades, crear millones de puestos de trabajo de buena calidad y promover la resiliencia climática. Tales políticas e inversiones focalizadas tienen que ser una prioridad durante ésta y futuras décadas.

Caja 1.

Una asociación colaborativa: Desarrollar una visión para una transformación hacia la energía limpia centrada en las personas.

La UCS y un comité asesor de expertos participaron en una colaboración de dos años para desarrollar un marco más integral para un enfoque justo y equitativo para lograr la descarbonización profunda del sistema energético estadounidense. Los miembros del comité asesor aportan una amplia gama de perspectivas a este tema. El presente informe representa la síntesis de conocimientos importantes que han surgido de nuestro trabajo compartido. Sus temas son variados y esperamos que brinden un punto de partida y una base sólida para una visión y para una transición hacia la energía limpia centrada en las personas. Todos nosotros creemos en esta visión, aunque puede haber una diversidad de perspectivas con respeto a las políticas específicas que se deben implementar para lograrla. Este trabajo también será desarrollado a través de materiales adicionales que respondan a una gama de necesidades de las partes interesadas.

Los miembros del comité asesor son:

Ted Boettner, Investigador Sénior, Ohio River Valley Institute

Chandra Farley, Director, Just Energy Partnership for Southern Equity

Brett Isaac, Fundador, Navajo Power

Jackson Koeppel, Director Ejecutivo Fundador, Soulardarity

Dr. Monica Unseld, Fundadora, Until Justice Data Partners

Dr. Shelley Welton, Profesora Asistente, Universidad de Carolina de Sur, Facultad de Derecho

Principios para una transición energética transformadora

Proponemos tres principios fundamentales para una transición transformadora a la energía limpia (ver Caja 2 para nuestra definición de energía limpia). Este enfoque integral deberá:

  • abordar la crisis climática de manera eficaz,
  • promover la equidad y la justicia,
  • impulsar un cambio sistémico, no gradual.

Estos principios para la transición que se acerca, y cuyos objetivos apuntan a lograr, están basados en la manera en que entendemos cómo llegamos a este punto de complejas crisis convergentes, que describimos con más detalle más adelante.

Contexto para los principios

La historia de la dependencia de los combustibles fósiles de nuestro país es compleja, pero en el fondo existe un sistema político y económico cuyos incentivos están fuertemente sesgados hacia las ganancias empresariales, incluso a expensas del bienestar de la sociedad, algo que ha distorsionado las políticas y sus resultados de forma importante. Mucho antes de que el cambio climático se volviera un imperativo urgente, la carga inmensa a la salud y al medioambiente resultante de la extracción y la quema de combustibles fósiles debería haber indicado la necesidad de girar hacia una energía más limpia. Sin embargo, las personas siguen sufriendo los impactos del consumo de combustibles fósiles.

Hoy 135 millones de personas en Estados Unidos viven en condados con aire insalubre, principalmente por la quema de combustibles fósiles. Las personas de comunidades étnicas y raciales marginadas tienen más de tres veces más probabilidades que las personas blancas de respirar el aire más contaminado (ALA 2021). Según una estimación, la contaminación por material particulado generado por de la quema de carbón, gasolina y diésel mata a aproximadamente 355.000 personas cada año en Estados Unidos (Vohra et al. 2021). La contaminación producida por el uso anterior de recursos, como las tierras mineras y pozos petrolíferos y de gas abandonados, vertederos de ceniza de carbón y suelos contaminados, también representa un desafío permanente para las comunidades.

Las comunidades étnicas y raciales marginadas y de bajos recursos son las que desproporcionadamente han tenido que asumir la carga de la contaminación proveniente de la extracción, el transporte y la quema de combustibles fósiles, las mismas comunidades que han sido históricamente marginadas y sujetas al racismo sistémico (Donaghy y Jiang 2021; Tessum et al. 2021; Thind et al. 2019). Los derechos laborales también se han visto cada vez más socavados ya que los sindicatos han perdido terreno y los empleos bien remunerados y capaces de sostener a una familia están amenazados a medida que las corporaciones vayan buscando métodos cada vez más económicos de hacer negocios. Mientras tanto, un número récord de desmantelamientos de centrales eléctricas de carbón en los últimos años ha arruinado los medios de subsistencia de los mineros de carbón y las economías de las comunidades de minería de carbón. Al mismo tiempo, algunas empresas de carbón se han declarado en quiebra y han eludido sus obligaciones de pago por pensiones y atención médica de los trabajadores además de sus obligaciones de limpiar la contaminación producida por las operaciones mineras.

Experiencia previa también indica que, si una transición económica no cuenta con inversiones proactivas e intencionales, los trabajadores y sus comunidades pueden terminar siendo ignoradas y olvidadas. Por ejemplo, cuando un sector experimenta una desaceleración (como se ve hoy en la industria de carbón), los trabajadores y las comunidades cercanas a las operaciones mineras suelen quedar desamparados y asumen solos las consecuencias económicas. A medida que nos alejemos de los combustibles fósiles, cada vez más trabajadores y comunidades se verán afectados. El país tiene que hacer más para invertir en capacitación de trabajadores, educación, nuevas oportunidades laborales, diversificación económica y una red justa de seguridad social que cubra las necesidades básicas, como la alimentación, el alojamiento y la salud.

En este marco, es evidente que para garantizar una transición a energía baja en carbono que cumpla con las metas climáticas, tendremos que enfrentar los fallos sistémicos del pasado y del presente. Este contexto también nos motiva a pensar más allá de reducciones a las emisiones de carbono para desarrollar políticas climáticas justas y equitativas.

Tres principios para una transición transformadora a la energía limpia

1 Abordar la crisis climática de manera eficaz La transición a una economía baja en carbono debe estar arraigado en objetivos y cronogramas climáticos: hacer reducciones a las emisiones que atrapan el calor de al menos un 50 por ciento por debajo de los niveles del 2005 para 2030 y lograr cero emisiones netas de carbono para toda la economía para 2050 a más tardar, dando prioridad a las reducciones absolutas y directas de emisiones que se logran a través de una importante reducción en el consumo de combustibles fósiles que también garantizará reducciones en otros contaminantes dañinos. La ciencia indica que tendremos que doblar drásticamente la curva global de emisiones de carbono dentro de esta década para tener la posibilidad de mantener nuestros objetivos climáticos al alcance (Cleetus y Spanger-Siegfried 2021; IEA 2021; IPCC 2018; UNFCCC 2021).

Como uno de los principales responsables de las emisiones de carbono, Estados Unidos tiene una responsabilidad particular para reducir sus emisiones de manera rápida y drástica. La administración de Biden se ha comprometido a reducir las emisiones en el país por entre un 50 y 52 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para el año 2030 (Casa Blanca 2021a), un importante paso adelante que requiere que se aleje de los combustibles fósiles. Es necesario tomar más pasos así en los años que vienen (incluso más reducciones a emisiones y financiación internacional para el tema climático a países en vías de desarrollo) para aportar la parte que nos corresponde a los esfuerzos internacionales para enfrentar la crisis climática (USCAN 2020).

Incluso si alcanzamos nuestros más ambiciosos objetivos con respecto al carbono, las emisiones pasadas y actuales aún nos obligarán a enfrentar impactos climáticos que son significativos y que están empeorando, algo que amenaza con provocar una disrupción social severa e inequitativa. Por eso tenemos que invertir en aumentar la resiliencia climática al calor extremo, las inundaciones, las sequías, los incendios forestales, los aumentos en la temperatura marítima y en la acidificación oceánica, entre otros impactos climáticos. Hay que priorizar los enfoques que ponen primero a la salud y al bienestar de las personas, incluso los que aseguran que la infraestructura energética crítica sea climáticamente resiliente.

2 Promover la equidad y la justicia. La transición a una energía limpia, justa y equitativa tiene que ser orientada hacia un conjunto integral de prioridades, procesos y medidas que incluyan la salud pública, el empleo y prioridades relacionadas con la justicia ambiental y el traspaso del poder y los procesos de toma de decisiones a las comunidades (BGA 2019; EJNCF 2019; EPA s.f.; Welton y Eisen 2019). La equidad y la justicia requieren que todas las personas estén protegidas de los daños ambientales, climáticos y económicos que se puedan presentar en nuestro sistema energético actual y durante el proceso de transición, y que tengan acceso equitativo a los procesos de toma de decisiones relacionados con esa transición.

Se trata tanto de un resultado al que debemos apuntarnos como un proceso que indica cómo lograrlo. Los resultados justos y equitativos se alcanzan cuando (1) se promueve la participación comunitaria e incluyente en las decisiones sobre las políticas y los recursos y su manejo; (2) las permanentes injusticias ambientales del pasado y del presente son reconocidas; (3) se garantiza el acceso equitativo a los beneficios de la transición a una energía limpia; (4) se aborda de manera proactiva la sostenibilidad ambiental de materiales energéticos, cadenas de suministro y opciones de implementación (Gignac 2020) además de temas de derechos humanos relacionados con conseguir componentes críticos; y (5) se brindan inversiones intencionales, robustas y sostenidas en los trabajadores y comunidades desplazados por las transiciones en el sistema energético (Richardson y Anderson 2021).

3 Impulsar el cambio sistémico, no solo incremental. Para una rápida descarbonización de nuestra economía centrada en las personas, necesitaremos un cambio acelerado sin precedentes hacia una energía limpia, además de cambios sociales que faciliten un consumo, una producción y patrones de desarrollo sostenibles. Necesitaremos nuevas inversiones en una red energética modernizada y expandida, nuevos incentivos en nuestro sistema energético que premien la energía libre de carbono y no contaminante, y nuevas formas de gestión política que garanticen que todas las comunidades (en particular las que han sido históricamente marginadas) puedan prosperar en la nueva economía de energía limpia. Tendremos que enfrentarnos con los intereses poderosos del sector de combustibles fósiles y democratizar los procesos de toma de decisiones y los beneficios brindados por nuestro sistema energético.

Los análisis y las políticas tienen que ir más allá del estado actual y cuestionar las normas del mercado y las estructuras que impiden el despliegue rápido y equitativo de la energía limpia. Un vistazo al panorama energético actual indica que los costos asociados con la energía renovable están cayendo dramáticamente y, en muchos lugares, las energías renovables representan la forma más barata de energía nueva que se puede instalar. Sin embargo, las estructuras de mercado, los subsidios y los sistemas de gobernanza actuales suelen apoyar a los combustibles fósiles y fortalecer las decisiones que mantienen el estado actual, incluso las decisiones de mantener en operación las centrales eléctricas de carbón, promover la fuerte demanda por el gas natural y redoblar la infraestructura para los vehículos a gasolina. Las normas del mercado y los precios no toman en cuenta los costos a la salud pública y al clima asociados con el uso de combustibles fósiles, en particular la carga de contaminación acumulada que llevan las comunidades de justicia ambiental. Por lo tanto, estas normas y precios producen resultados que lastiman a la gente y al planeta.

Otras necesidades adicionales incluyen promover modelos de propiedad comunitaria y cooperativa (Welton 2017), impulsar la innovación en todos los planos (tecnología, política pública y sociedad) y reducir drásticamente la infraestructura y consumo de combustibles fósiles, incluso el desmantelamiento del poder excesivo de la industria de combustibles fósiles y las empresas eléctricas, para disminuir su influencia sobre las opciones energéticas del país al nivel federal, estatal y local. Para evitar que se cometan los mismos errores y daños del pasado, hay que priorizar las políticas y las inversiones para las comunidades que han sido históricamente marginadas mientras realizamos la transición a energías más limpias, como por ejemplo a través de la iniciativa Justice40 lanzada por la administración de Biden (Casa Blanca 2021b; Justice40 2021).

Caja 2.

Para un sistema energético limpio hay que pensar más allá de las emisiones de carbono.

Aunque a veces los términos energía limpia y energía de baja o cero emisiones de carbono se utilizan indistintamente, es importante mirar más allá de las emisiones de carbono y distinguir cuidadosamente las diferentes formas de energía, según los impactos globales que cada una genera en el medio ambiente, la salud pública y la sociedad.

El carbón, el petróleo, el gas natural y la incineración de residuos no representan fuentes energéticas ni limpias ni de bajo carbono. La producción de energía renovable, como la energía solar y eólica, debidamenta situada según los principios de la justicia ambiental y usada de manera sostenible representan los recursos más limpios que existen hoy: generan pocas o ningunas emisiones que atrapan el calor ni contaminantes del aire, del agua ni del suelo, y en general representan un bajo riesgo ambiental y social.

Por otro lado, la energía nuclear y la producción energética por quema de combustibles fósiles con la captura y almacenamiento de carbono (CAC), son fuentes energéticas de bajo carbono, pero pueden generar otros impactos adicionales e importantes al medio ambiente, la salud pública y la sociedad. Con respeto a otros recursos, como la bioenergía y la energía hidroeléctrica, importan el diseño de proyecto y el nivel de consumo de los recursos: algunas de sus aplicaciones conllevarán altos impactos ambientales y sociales, mientras otras seguirán las normas estrictas de sostenibilidad, salud pública y medio ambiente.

Es importante que los responsables del desarrollo de políticas públicas, las comunidades y otras partes interesadas reconozcan estas diferencias mientras tomemos decisiones sobre cómo limpiar nuestro sistema energético y nos esforcemos para mitigar los impactos dañinos residuales sobre las personas y el medio ambiente.

Explorar las modalidades para reducir el carbono, para indagar sobre las repercusiones más amplias de la transición

Un componente principal para lograr las ambiciones climáticas es lograr los objetivos de carbono establecidos más arriba: como mínimo, Estados Unidos tiene que reducir las emisiones que atrapan el calor en un 50 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para 2030 y lograr cero emisiones netas para 2050 a más tardar para contribuir a las acciones climáticas internacionales. Evaluar el alcance y ritmo de las reducciones en las emisiones requeridas para alcanzar estos objetivos puede orientar el desarrollo de políticas de transición energética además de evaluar hasta qué punto los caminos tecnológicos propuestos son suficientemente ambiciosos. Emprendemos un esfuerzo para presentar tal modelado de datos aquí, en el cual analizamos las modalidades técnicas para lograr los objetivos de reducción de carbono en toda la economía estadounidense, por sector y como un todo interconectado.

Sin embargo, aunque esta forma de modelado tecno-económico puede ser útil para mostrar la viabilidad y rentabilidad de modalidades de bajo carbono, reconocemos que no puede captar otros temas importantes relacionados con el logro de los principios anteriormente detallados, tales como el acceso a los beneficios, gobernanza y transiciones económicas, ni tampoco toma en cuenta los amplios cambios sistémicos que se necesitarían para producir resultados justos y equitativos. Por lo tanto, un cambio transformador requiere soluciones para un resultado mucho más multidimensional que el producido cuando las medidas se centran exclusivamente en el carbono. Por eso resulta muy importante que los hallazgos centrados en el carbono no se consideren como conjuntos de soluciones definitivas sino entradas iniciales que requieren más evaluación dentro de un marco de prioridades más amplio.

Por estas razones, además de destacar los principales hallazgos del análisis de modalidades con baja emisión de carbono, también llamamos la atención a las consecuencias sobre prioridades más amplias relacionadas con la implementación de políticas y la priorización de modalidades a utilizar. En conjunto, estas ideas nos permiten crear un marco más integral para modelar y escoger entre intervenciones políticas, como se explora en la sección final.

Modelo de reducción de carbono y suposiciones

Existen dos formas principales para reducir las emisiones de carbono energético: (1) cambiar la manera en que se usa la energía y (2) cambiarse a formas más limpias de producir la energía. La primera tiene que ver con la eficiencia energética, cambios estructurales que facilitan una demanda energética menor en general y el desplazamiento directo de combustibles fósiles a través de la electrificación de los sectores de uso final, mientras la segunda tiene que ver con el cambio de combustibles fósiles por fuentes energéticas de baja o cero emisión y tecnologías relacionadas. Las demás emisiones tienen la posibilidad de ser contrarrestadas por medidas naturales y tecnológicos de conseguir emisiones negativas, que quitan emisiones que atrapan el calor de la atmósfera. Los estudios indican que estas medidas (aunque cuentan con niveles variados de disponibilidad hoy) probablemente sean necesarios para mantener los aumentos en la temperatura global media muy por debajo de 2°C y alcanzar las cero emisiones netas de carbono para mediados del siglo (IPCC 2018; NAS 2018).

Para analizar las posibles modalidades para la reducción de carbono, utilizamos un conjunto de modelos energéticos desarrollados por Evolved Energy Research que permiten una exploración de las opciones por el lado de demanda acompañado de un análisis del lado de oferta para alcanzar los objetivos de reducción de carbono (EnergyPATHWAYS y RIO, respectivamente). Afuera del marco de modelo energético, también hacemos algunas suposiciones sobre las reducciones profundas de emisiones que atrapan el calor producidas por gases diferentes al dióxido de carbono (CO2) y que el sumidero de carbono de tierra sigue absorbiendo al dióxido de carbono al nivel actual. Describimos las principales restricciones a las emisiones de carbono que forman la base de análisis en Tabla 1.

Para más detalles sobre el modelo y las suposiciones, ver el Anexo Técnico (en inglés). Se aplican estas restricciones a las emisiones de carbono en todo el análisis.

Esta es una versión resumida del informe que está disponible únicamente en línea. Puede acceder a todas las figuras y el informe completo al descargar la PDF

Cita

Baek, Y., T. Boettner, R. Cleetus, S. Clemmer, C. Esquivia-Zapata, C. Farley, B. Isaac, J. Koeppel, J. Martin, J. McNamara, C. Pinto de Moura, S. Sathia, S. Sattler, M. Unseld, y S. Welton. 2021. A Transformative Climate Action Framework: Putting People at the Center of Our Nation’s Clean Energy Transition. Cambridge, MA: Union of Concerned Scientists. https://www.ucsusa.org/clean-energy-transformation y https://es.ucsusa.org/recursos/transformación-energía-limpia

Recursos relacionados