Mil millones de personas carecen de acceso adecuado a alimentos. Enfrentar esta situación requiere cambios inteligentes al sistema alimentario. El control poblacional no es la respuesta.
Durante años, los debates sobre el hambre en el mundo han sido asolados por una idea fea, persistente y profundamente problemática que propone que sencillamente existen demasiadas personas en el mundo para alimentarlas a todas. Durante la década de los años 60, un biólogo de la Universidad de Stanford, Paul Ehrlich, afirmó en su libro The Population Bomb que el mundo se quedaría sin alimentos, agua y otros recursos si no se tomaran pasos para controlar la población.
Tan recientemente como el 2019, Fast Company hizo un video llamado “Por qué tener hijos es la peor cosa que podrías hacer para el planeta”. El artículo argumenta—basado en un solo estudio—que tener hijos aumenta el uso de recursos, incluyendo los que se utilizan para cultivar alimentos, más que cualquier otra actividad humana. Tales explicaciones falsas pueden hacer que algunas personas se pregunten si el control poblacional representa una solución necesaria para garantizar que la gente tenga los alimentos que necesitan hoy y en el futuro.
Aunque esa idea parezca razonable a primera vista, el tamaño de la población no es el problema que merece nuestra atención, y tampoco es la solución.
El asunto principal: seguridad alimentaria
Cuando una persona cuenta con acceso material, social y económico suficiente a alimentos saludables y nutritivos que satisfagan sus preferencias y necesidades alimentarias para una vida activa y saludable, se dice que esa persona tiene seguridad alimentaria. Lograr la seguridad alimentaria para todos es uno de los principales objetivos de los esfuerzos humanitarios y de salud a nivel mundial.
Pero la seguridad alimentaria trata de algo más que de la producción y disponibilidad total de alimentos. Por lo tanto, enfocarse en ello y en el crecimiento poblacional para lograrla es un error. De hecho, hoy en día los productores agrícolas producen más de los requisitos calóricas de cada uno de los 7.800 millones de habitantes de la tierra. Sin embargo, casi mil millones de personas no cuentan con alimento suficiente para comer. Para muchas más personas, una dieta que sea adecuada tanto nutricional como culturalmente está fuera de su alcance.
La inseguridad alimentaria proviene de la pobreza, el subempleo, el racismo y otras inequidades sociales y económicas que tienen sus raíces en el sistema social y la distribución de la riqueza. Muchos de estos problemas se podrían resolver o mitigar a través de políticas y legislación adecuadas. Los sistemas alimentarios y agrícolas dominantes del mundo también dañan al medio ambiente de tal forma que los cultivos de alimentos tanto para consumo humano como para ganadería, fibras y combustibles representan alrededor del 70 por ciento del uso mundial del agua dulce y producen el 12 por ciento de las emisiones que atrapan al calor a nivel mundial. También son responsables de una porción sustancial de la desforestación. Además, muchas prácticas agrícolas que se utilizan hoy en día degeneran el suelo, lo cual reduce la productividad de la tierra y hace que sea más vulnerable a las inundaciones y sequías.
Está claro que con aumentar la producción total de alimentos no garantizamos la seguridad alimentaria. Entonces ¿qué se necesita?
La respuesta equivocada: control poblacional
Cuando la gente cree que el hambre y otros temas de seguridad alimentaria están relacionados de manera significativa con el tamaño de la población, puede que también vean el control poblacional como una solución viable. No lo es y a continuación explicamos porqué.
La imposición de limitaciones obligatorias sobre decisiones reproductivas para así garantizar que todas las personas tengan alimentos suficientes es una medida inapropiada, ineficaz y peligrosa. Prohibir la libertad del individuo de elegir el número de hijos que quiera tener y el momento y cronograma de la maternidad viola los derechos humanos y evoca la gobernanza antidemocrática, la eugenesia y la supremacía blanca.
Con esto en cuenta, entender la seguridad alimentaria como algo relacionado de manera íntegra con los sistemas económicos y sociales (y no solo con el suministro de alimentos) es fundamental para garantizar que todas las personas estén bien alimentadas hoy y en el futuro.
Soluciones
Es cierto que la población mundial está en aumento y que ejercerá una presión creciente sobre la agricultura para satisfacer las necesidades alimentarias de la gente. Pero la investigación apunta a varias formas de garantizar la seguridad alimentaria para la población global sin recurrir a medidas de control poblacional. Estas incluyen (pero no se limitan a) aumentos en la producción y disponibilidad de alimentos saludables a través de mejoras en las prácticas y sistemas agrícolas, la implementación de sistemas que conserven los recursos naturales y la biodiversidad, cambios a los cultivos y las dietas y la reducción del desperdicio a lo largo de la cadena de suministro alimentario.
Es importante destacar que algunas estrategias para aumentar la disponibilidad de alimentos pueden tener consecuencias imprevistas. Por ejemplo, la Revolución Verde desencadenó la triplicación de la producción del cultivo de cereales, algo que alivió la pobreza y escasez de alimentos en muchos países de bajos ingresos al mismo tiempo que impactó de manera negativa o dejó atrás muchas comunidades y tuvo efectos ecológicos. Por eso, una perspectiva incluyente en la agricultura y a la vez basada en los sistemas es fundamental para enfrentar el problema de seguridad alimentaria. Una perspectiva de la agricultura basada en los sistemas es aquella que considera cómo los cambios en la agricultura afectarían al sistema alimentario en su totalidad, incluidos los recursos naturales de los que depende la agricultura, así como las comunidades que contribuyen a la agricultura y dependen de ella.
Esta perspectiva incluyente y basada en sistemas también implica la necesidad de encarar las causas subyacentes de la inseguridad alimentaria y la implementación de programas gubernamentales basados en evidencia, dado que estos problemas no se pueden resolver a corto plazo. Para empezar, hay que abordar el racismo y las inequidades que provocan la inseguridad alimentaria.
También hay que garantizar un salario digno para todos, incluso para las mismas personas que son esenciales para nuestro sistema alimentario. Además, las políticas y los incentivos que permitirían que la gente con pocos recursos económicos tenga acceso a los alimentos disponibles, como el muy exitoso Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP) en Estados Unidos también ayudaría a aliviar la inseguridad alimentaria. Garantizar que los sistemas económicos y políticos tanto a nivel nacional como internacional enfrenten las causas subyacentes de los problemas de inseguridad alimentaria, como aumentos súbitos en los precios de alimentos también es fundamental.
También significa crear sistemas alimentarios y agrícolas que puedan adaptarse a, y ser resilientes frente al cambio climático. Las políticas públicas podrían ayudar a los agricultores a implementar prácticas que reduzcan las emisiones que atrapan el calor, proteger la calidad del suelo, el aire, el agua y la biodiversidad, así como y amortiguar los efectos de sequías, inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos que se están volviendo más frecuentes debido al cambio climático.
Los individuos pueden adoptar dietas que se basen más en el consumo de plantas, algo que no solo ayudaría al clima y el medio ambiente, sino que también aportaría beneficios a la salud. Las políticas públicas también pueden incentivar a la gente a reducir su consumo de carne y otros productos animales. Estos cambios, en conjunto con otros que son necesarios para reducir el consumo de recursos naturales en el sector agrícola, pueden ayudar a garantizar que la agricultura logre lidiar con los retos que vienen en camino.
Entonces, si escucha decir que el crecimiento de la población global representa una amenaza para la seguridad alimentaria hoy y en el futuro, puede responder lo siguiente: tenemos que rechazar el control poblacional y abogar por cambios sistémicos y significativos en la manera en que producimos, distribuimos y consumimos los alimentos. De hecho, hacer las dos cosas es imprescindible.